Un baño de realidad

Per . Actualitzat el

TESTIMONI DE

ROBERTO VILLAREAL

PERIODISTA

Como en el caso de muchos de mis compañeros, la jornada del 1-0 comenzó muy de madrugada. Tenía la intuición –finalmente poco afinada- de que, en caso de tener que actuar, la Policía Nacional aprovecharía la oscuridad de la noche y el horario más intempestivo para encontrar menos resistencia y, sobre todo, ahorrarse el escándalo que sobrevino horas después. De ese modo, sobre las cuatro de la mañana me subí en la moto y comencé mi ruta por los colegios; sólo encontré una ciudad dormida con escaso movimiento.
Las primeras noticias sobre cargas policiales en Girona llegaron con el grueso de los periodistas a las puertas del IES Martí i Franqués. Nuevo error de cálculo: en mi ingenuidad, siempre pensé que si a las 9 horas la policía no había sido capaz de neutralizar las condiciones básicas (apertura de colegios, urnas, etc) para el referéndum, dejaría que la gente votase tranquilamente. Ya se encargarían de quitar hierro al asunto y ningunear los resultados desde Madrid.
Los porrazos, -al menos a mí-, nos pillaron a contrapié. Nunca pensé que el Gobierno de España pondría ese as en la manga del independentismo. Las escenas posteriores dejaron a muchos de mis compañeros en estado de shock, como si vivieran un imposible, algo irreal. Creo que desde los estertores del franquismo no se ha visto algo semejante en Cataluña, de manera que varias generaciones de catalanes jamás habían sentido algo así. En mi caso, -viví hasta los 18 años en los años de plomo de una de las zonas más duras del País Vasco-, superado el impacto inicial, ya había podido reflexionar bastante sobre los mecanismos coercitivos del Estado y nada me ha vuelto a sorprender hasta la fecha. Ni la falta de sensibilidad de unos, ni la irresponsabilidad de otros.